viernes, 23 de abril de 2010

La solemnidad perdida del periodista dominicano

Por José Tejada Gómez
El autor es director del Diario DigitalRD.Com

Los periodistas, los dominicanos, hemos ido perdiendo poco a poco la solemnidad que reclama el ejercicio profesional.

Suponer que se mantiene es para muchos colegas motivo de burlas. Poco a poco los periodistas hemos ido derivando en objetos al servicio de quien sea, siempre y cuando nos proporcionen la posibilidad a la mayoría de sobrevivir y a una minoría de enriquecerse.

La sociedad dominicana ha evolucionado a tales niveles, que el crédito o la credibilidad del periodista no importa tanto. El ejercicio con vocación es un absurdo a la luz de los esquemas prevalecientes en esto que hemos llamado era mediática.

Hay evidencia que decir la verdad, edificar al ciudadano no es la meta de muchos periodista, sino la de esconderla para hacerse rico así se acosta de difundir mentiras. Y eso ha dañado en demasía el ejercicio del periodismo.

Pocos profesionales de este sector, en el contexto de la realidad dominicana, saldrían airosos ejerciendo un periodismo apegados a principios éticos y pautados por la independencia el acto de informar los hechos que ocurren cotidianamente.

Siempre he creído que donde los medios no se rigen por principios éticos en sus líneas informativa y editorial, es casi imposible que sus reporteros y ejecutivos periodistas puedan ceñirse a tales normas profesionales de manera solemne.

Por demás, cuando los medios están concentrados en dos o tres manos, como ocurre en República Dominicana, se limita de manera excesiva el derecho al trabajo del periodista, algo que influye en su independencia profesional, amén de las consecuencias que tal concentración tiene para el sagrado derecho a la información que tiene el ciudadano.

La solemnidad del periodista se pierde cuando tiene que hacerse esclavo del pluriempleo para sobrevivir, que lo somete a un trajín del que se derivan innumerables consecuencias en el ejercicio.

También se pierde, y es el peor escenario, cuando en afán de riqueza se ponen a servicios de grupos económicos, en algunos casos hasta mafiosos, y optan por sepultar la verdad y establecer un reino de mentiras.

No creo que todo esté perdido, pero ahora que los periodistas estamos celebrando nuestros festejos, no está de más recordar que cuando al periodista le va mal, al periodismo le va mal, aunque esos no sea regla para todos, pues me he dado cuenta que en algunos casos al periodista le va bien y al periodismo mal, pero esos son gajes del oficio.

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