lunes, 3 de mayo de 2010

¡La vejez… es cosa seria!

Por Ana Pereyra

En toda su vida, Doña Lola no ha viajado ni de la Capital a La Caleta, mucho menos haberse montado en “un aparato de eso”, haciendo alusión a un avión, pero su hermano gemelo, Don Lolo, sí; quien emigró a Estados Unidos siendo un jovenzuelo, donde aún vive, pese a sus más de 70 años de edad.

Su historia es igual a la de miles de inmigrantes, trabajar, trabajar y trabajar. Entre ir y venir del trabajo a la casa, Don Lolo se le pasó la vida y cuando se dio cuenta, ya los años le habían “caído encima”.

Su rostro marcado de enormes líneas, su cabello blanco y su andar pesado, delatan no sólo su edad y cansancio, sino el haber dejado su vida y juventud en aquella empresa que hoy por su avanzado estado de edad, desean echarlo como a un perro.

Es que Don Lolo pese a sus años y lento andar, quiere seguir trabajando, no hay ley que se lo impida, sin embargo, sus empleadores consideran que los años lo han inhabilitado y como objeto sin utilidad, pretenden tirar al zafacón.

Olvidan que por más de 40 años les dio su energía y vitalidad, pero así son algunos empresarios, utilizan a la empleomanía, donde sólo cuenta el servicio que le pueda ofrecer en el momento.

Hoy Don Lolo se siente triste. Sus enormes ojos claros parecen cristalizados por las lágrimas que por hombría, no quiere que rueden por sus cansadas mejillas. Tal vez muera antes de lo previsto. Se siente humillado, discriminado e irrespetado. A sus años, dejar de trabajar es morir martirizado.

Ha llorado en silencio como todo un varón, porque sabe que aunque hoy sus patrones les ofrezcan villas y castillas, el final será lo mismo: ‘’pasado el tiempo, inexorablemente tenemos que reemplazarte por alguien más joven, que tenga la misma energía que tenías tú cuando le entregaste tu vida a la empresa.”

El caso de Don Lolo no es único, la mayoría de empresas cuando un empleado tiene determinados años laboral y pasan de los 60 ó 70 los “empujan” para que se retiren, “debido a que su fuerza no es la misma”, sin embargo, en Estados Unidos hay leyes que protegen a los trabajadores, que pueden permanecer en los empleos hasta que ellos los deseen, de lo contrario, podrían acusar a sus patrones de discriminación, es decir, que son echados de sus empresas por ancianos.

Don Lolo siente que sus derechos han sido violados, que la vejación y tortura a la que estaba siendo sometido por sus patrones son inconcebibles, si pensáramos en que hace 124 años que por los Mártires de Chicago habrían logrado tantas reivindicaciones laborales para los obreros.

Tal parece que el tiempo no ha transcurrido, que la sangre derramada por esos trabajadores fuera en vano y que hoy en pleno siglo exista la esclavitud capitalista.

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